El volante de Gudariak
El teléfono sonó cuatro veces antes de que la mano firme y elegante decidiera oprimir la tecla verde para contestar.
- Te necesitamos…
Pero la mano se limitó a poner el pulgar a rondar alrededor del auricular, prolongando el silencio y poniendo un poco de tensión en el ambiente.
- Te necesita el Perro…
- Entiendo - Se limitó a contestar, para inmediatamente regresar al silencio.
- Dice el Perro que en esta no se arriesga con nadie más al volante que contigo…
El pulgar se detuvo por un momento, para levantar el teléfono y hacerlo golpear contra la sien repetidamente; Los ojos cerrados mostrando reflexión, el sonido del golpeteo del celular con el dueño no rompía el silencio, sólo lo hacía menos natural.
- Dice el perro que avienta la toalla si no le entras… que todo se termina y regresa a su vida cotidiana, dice que si no sale este asunto, no vale la pena seguir trabajando en esto… ¿Qué dices? - El interlocutor no logro articular una palabra, más bien emitió un sonido parecido a un gruñido que quiere parecerse a una palabra…
- Veo a que te refieres - dijo finalmente, sin hacer demasiado alarde, con una voz profunda y sencilla a la vez.
- ¿Entonces sí? - Trató de afirmar el enviado del Perro; Aunque no consiguió romper el silencio sepulcral que dejaba su interlocutor que se limitó a recorrer de nuevo el auricular con el pulgar, lentamente… muy lentamente. La respiración profunda y tranquila de un lado, contrastaba con la angustia del otro por no saber el futuro de su encomienda. El tiempo seguramente era diferente para cada uno. Un tiempo lento, pausado, reflexionado, mientras el otro se aceleraba continuamente y no conseguía mantener un ritmo constante.
- ¿Entonces? - Volvió a preguntar…
- Dile al Perro que ya me conoce. El sabe a que me refiero. - El pulgar dio una vuelta más al auricular y presionó el botón rojo para terminar la conversación, mientras del otro lado se adivinaba la voz tratando de cuestionar un poco más para su conocimiento… su interés personal no era un secreto para nadie.
Después de terminar la llamada, guardó el celular en su bolsillo, con la firmeza y precisión que caracterizaban todos sus movimientos. Tomó las llaves del Mustang y se dirigió al garaje. La puerta se levantó mientras el chillido de las llantas del coche mezclado con el sonido del poderoso motor de ocho cilindros, acompañaban la estrepitosa salida de Gudariak, el hombre a quien más confiaba el Perro.
- Te necesitamos…
Pero la mano se limitó a poner el pulgar a rondar alrededor del auricular, prolongando el silencio y poniendo un poco de tensión en el ambiente.
- Te necesita el Perro…
- Entiendo - Se limitó a contestar, para inmediatamente regresar al silencio.
- Dice el Perro que en esta no se arriesga con nadie más al volante que contigo…
El pulgar se detuvo por un momento, para levantar el teléfono y hacerlo golpear contra la sien repetidamente; Los ojos cerrados mostrando reflexión, el sonido del golpeteo del celular con el dueño no rompía el silencio, sólo lo hacía menos natural.
- Dice el perro que avienta la toalla si no le entras… que todo se termina y regresa a su vida cotidiana, dice que si no sale este asunto, no vale la pena seguir trabajando en esto… ¿Qué dices? - El interlocutor no logro articular una palabra, más bien emitió un sonido parecido a un gruñido que quiere parecerse a una palabra…
- Veo a que te refieres - dijo finalmente, sin hacer demasiado alarde, con una voz profunda y sencilla a la vez.
- ¿Entonces sí? - Trató de afirmar el enviado del Perro; Aunque no consiguió romper el silencio sepulcral que dejaba su interlocutor que se limitó a recorrer de nuevo el auricular con el pulgar, lentamente… muy lentamente. La respiración profunda y tranquila de un lado, contrastaba con la angustia del otro por no saber el futuro de su encomienda. El tiempo seguramente era diferente para cada uno. Un tiempo lento, pausado, reflexionado, mientras el otro se aceleraba continuamente y no conseguía mantener un ritmo constante.
- ¿Entonces? - Volvió a preguntar…
- Dile al Perro que ya me conoce. El sabe a que me refiero. - El pulgar dio una vuelta más al auricular y presionó el botón rojo para terminar la conversación, mientras del otro lado se adivinaba la voz tratando de cuestionar un poco más para su conocimiento… su interés personal no era un secreto para nadie.
Después de terminar la llamada, guardó el celular en su bolsillo, con la firmeza y precisión que caracterizaban todos sus movimientos. Tomó las llaves del Mustang y se dirigió al garaje. La puerta se levantó mientras el chillido de las llantas del coche mezclado con el sonido del poderoso motor de ocho cilindros, acompañaban la estrepitosa salida de Gudariak, el hombre a quien más confiaba el Perro.